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martes, 28 de junio de 2011

La ruta

Un sueño profundo y no despertar. Lidiar con lo sentimientos no es cosa fácil se requiere de cierta mezcla de valentía y un toque de sabiduría. Desde hace tiepo las amarras de mi barco las he soltado. Navego por donde la corriente me lleve, no me detengo. Las cosas pasan y no levanto la mano para sujetarlas; busco y no encuentro y el callejón del cual me había escapado hace algunos años me espera a la vuelta de la esquina. La noche se avecina y estoy seguro que esta vez me encontrará sin que pueda esquivarla. Dios ha puesto un ojo sobre mí y no es el de la esperanza.


Dormir, dormir.


Si la felicidad depende de uno estoy perdido.


Cansado más que de costumbre, quiero gritar unas palabras de auxilio, derramarme en un llanto incosolable; hace años que olvidé como hacerlo y me refugio en el humo que sale de mis manos.


Me abrazo al silencio y desde ahí espero el barco con dos monedas de oro.