Luego de la controversia generada tras conocerse el premio FIL de
Literatura en Lenguas Romances será otorgado al escritor peruano Alfredo Bryce
Echenique, quien es acusado de plagio, el autor Jorge Volpi, quien
también es parte del jurado, defiende la decisión del jurado.
Aquí te presentamos la versión íntegra del blog de Volpi “El Premio FIL y la
inquisición literaria”:
“El pasado 1º de septiembre, un jurado internacional, compuesto por siete
escritores y académicos, del cual yo formaba parte, decidió otorgarle el Premio
FIL de Literatura al escritor peruano Alfredo Bryce Echenique.
El vocero del jurado, el crítico canadiense de origen rumano Călin
Mihăilescu, hizo público el dictamen y respondió a todas las preguntas de los
periodistas. Mihăilescu dejó sentado, con gran claridad, que el jurado había
decidido reconocer la trayectoria narrativa de Bryce y optado por no tomar en
cuenta las acusaciones de plagio de diversos artículos periodísticos debido a
que éstas habían sido llevadas a los tribunales competentes y no incidían en el
valor de su obra narrativa.
La elección se apegó rigurosamente a la convocatoria del Premio: la base
1 establece: “Podrán ser candidatos al Premio FIL de Literatura en Lenguas
Romances 2012 los escritores con una valiosa obra de creación en cualquiera de
los géneros literarios (poesía, novela, teatro, cuento o ensayo literario)”. De
este modo, Bryce fue reconocido por sus novelas y cuentos (el periodismo no se
enumera).
Las razones del jurado pudieron no agradar a muchos, pero éstas fueron
expresadas con absoluta transparencia. Sin embargo, a partir de ese momento no
han cesado de aparecer declaraciones en los medios no sólo para expresar su
malestar ante la decisión -actitud del todo legítima-, sino para desacreditar al
Premio y a los miembros del jurado e incluso, en un acto de soberbia e
hipocresía lamentables, para exigir que le sea retirado a Bryce.
Dado que yo no soy el vocero del jurado, estas líneas constituyen una
opinión estrictamente personal.
Hay distintas maneras de contar esta historia. Si se cuenta así: “Premio
FIL a plagiario”, como hizo un sector de la prensa, sólo podrá despertar
indignación. Pero los miembros del jurado, provenientes de países y tradiciones
muy diversas, la mayoría de los cuales no nos conocíamos y no mantenemos
relación alguna con Bryce, consideramos que debía contarse de otro modo: “Premio
FIL a un clásico de la literatura latinoamericana”.
De entre los miles de libros publicados en América Latina desde los años
setenta, apenas unos cuantos han conseguido superar el paso de los años y sólo
un puñado pueden considerarse clásicos. Al menos dos novelas de Bryce pertenecen
a esta categoría: Un mundo para Julius (1970) y La vida exagerada de Martín
Romaña (1981). Le pese a quien le pese, estas dos obras ya han sido sancionadas
por el único árbitro confiable del mérito literario: el tiempo. El Premio FIL no
ha hecho más que reconocer este hecho avalado a lo largo de 42 años -42 años,
repito- por miles de lectores en todo el mundo.
El Premio FIL decidió no pronunciarse -no avalar ni condenar- las
acusaciones de plagio recibidas por Bryce. En contra de lo que propugna nuestra
“inquisición”, consideró que no es función de un jurado literario erigirse en
jurado criminal. Querer arrebatarle a Bryce un reconocimiento a su obra
narrativa es, en cambio, un atentado a la legalidad. Quienes así lo exigen,
arrogándose una autoridad moral y jurídica que no les pertenece, buscan
convertirse en acusadores y verdugos de alguien que ya fue sometido a un proceso
judicial en su país. Su actitud, disfrazada de “cruzada moral”, en realidad
esconde el virus de la intolerancia y el autoritarismo.
Si bien entre los críticos del Premio se cuentan académicos y escritores
cuya opinión siempre respeto -y cuyas críticas me invitan a la reflexión-,
apenas sorprende que los miembros más aguerridos de la inquisición literaria
pertenezcan a ese vasto sector que, sin haber escrito jamás una línea
perdurable, medra en los márgenes de nuestra vida cultural. Ellos, que nunca se
pronuncian ni llaman a firmar desplegados ante las grandes injusticias y
descalabros morales del país -de la corrupción de nuestros políticos a las
muertes de la guerra contra el narco- en cambio se empeñan en convertir en causa
justa la moralidad de un escritor. ¿Por qué concentran su indignación en este
caso? Tal vez porque no toleran a alguien que, a diferencia de ellos, fue capaz
de crear una obra más allá de sus pecados y sus faltas.
Insisto: cualquiera puede estar en desacuerdo con el premio a Bryce, sea
porque sus libros le parezcan poco relevantes, sea porque considere que sólo
alguien con un historial moral y penal intachable (con los problemas que
conlleva deducirlo) merece un reconocimiento literario.
Me pregunto si nuestra inquisición literaria también recabará firmas para
que se le despoje del Premio Nobel a Günter Grass por haber mentido y negar que
de joven se enroló en un batallón de las SS? ¿O el Cervantes a Álvaro Mutis,
condenado por malversación de fondos? ¿Dirán que este último fue un premio que
exalta a los estafadores? ¿O torcerán la lógica para explicar que es mucho peor
robar ideas que robar dinero?
¡Cómo cambian los tiempos, en cualquier caso! Cuando Mutis fue internado
en la cárcel, Octavio Paz y un nutrido grupo de intelectuales le envió una carta
al Presidente para solicitar benevolencia para “un poeta generoso, amable, y un
gran creador”. Hoy, algunos de quienes se promocionan como herederos de Paz,
exigen en cambio el linchamiento civil de Bryce Echenique.
Como puede verse, la discusión sobre si un jurado literario debe avalar
no sólo la obra de un escritor, sino su conducta ética, es compleja y me parece
bienvenida y saludable. Pero de allí a descalificar al Premio FIL, a los jurados
y a las instituciones convocantes se pasa de la crítica a la calumnia. ¿En
verdad nunca seremos capaces de instalar un diálogo razonable?
El tiempo verificará quién acierta. Por mi parte, creo que los alaridos
de la inquisición literaria pronto caerán en el olvido, mientras que Un mundo
para Julius y La vida exagerada de Martín Romaña continuarán siendo clásicos de
la literatura latinoamericana por muchas décadas más.
Pd: No pienso responder más a los inquisidores, excepto para desmontar,
de una vez por todas, las insidias de Fernando Escalante. Por una razón de
despecho o frustración que sólo él conoce, ha dedicado una buena cantidad de
artículos a descalificar mi obra y mi integridad, y ya no pienso permitirlo.
Escalante insinúa que el libro que escribí con Denise Dresser -quien fuera su
pareja en el pasado-, México, lo que todo ciudadano (no) quisiera saber de su
patria, publicado por Aguilar en 2006, obedece al plagio. La afirmación insulta
a la inteligencia por varias razones:
1. Desde el principio yo fui invitado a realizar una versión
mexicana del libro America: The Book, de John Stewart;
2. La editorial Aguilar me aseguró que Stewart había visto el
proyecto con entusiasmo;
3. Un agradecimiento explícito a Stewart aparece en nuestro
libro; y
4. En cada entrevista y presentación del mismo, tanto Denise
Dresser como yo mencionamos claramente que se trataba de una adaptación de
Stewart.
Un académico serio tendría que distinguir entre la adaptación
explícita y el plagio. Yo jamás he plagiado una línea: sostener lo contrario
constituye una infamia. Nadie es más despreciable que quien, enarbolando una
falaz defensa de la ética, como Escalante, no duda en tergiversar, insultar y
mentir para camuflar su desvergonzada falta de ética.”
Publicado originalmente en Animal Político
***El Antecedente***
El polémico escritor peruano Alfredo Bryce Echenique ganó el premio de
Literatura en Lenguas Romances 2012 que otorga La Feria Internacional del Libro
de Guadalajara. Bryce ha sido acusado en repetidas ocasiones y sancionado por
plagio de artículos publicados en diversos medios en su país.
En enero de 2009 fue sancionado por el Instituto Nacional de Defensa de la
Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual de Perú (Indecopi),
que determinó que el autor había plagiado un total de 16 artículos de 15 autores
distintos.
El diario El País dio a conocer que Bryce fue multado por 40 mil euros y
dio a conocer entonces que los textos plagiados eran “los siguientes:
Potencias sin poder, de Oswaldo de Rivero (publicado en
Quehacer, Perú, mayo 2005), Uso social del tabaco, de Eulalia
Solé (La Vanguardia, España, julio de 2005), La leyenda de John
Lennon genera cerca de 19 millones de euros al año, de Nacho Para
(Periódico de Extremadura, España, diciembre de 2005), Londres
busca detectives, de Carlos Sentís (La Vanguardia, España, julio
de 2005), La estupidez perjudica seriamente la salud, de Jordi Cebrià
Andreu y Víctor Cabrè Segarra (Revista Jano España, octubre de
2005)”.
El comité organizador de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
(FIL) informó el lunes en rueda de prensa que Bryce recibirá el reconocimiento
el 24 de noviembre durante la inauguración del evento. El premio es por 150 mil
dólares y se entrega desde 1991.
El premio FIL, que llevó anteriormente el nombre del célebre escritor
mexicano Juan Rulfo, ha reconocido a lo largo de su historia a escritores como
Rubem Fonseca, Nicanor Parra, Juan Marsé, Eliseo Diego, Julio Ramón Ribeyro,
Augusto Monterroso, Sergio Pitol, Margo Glantz, Carlos Monsiváis y Antonio Lobo
Antunes.
Con información de AP