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miércoles, 22 de abril de 2009

Una gran angustia

Un día Bombón me contó lo siguiente:

En la vecindad donde vivía cerca de la delegación Iztapalapa; vivía un señor de unos 60 0 70 años en el piso de arriba. Yo tendría como diez años. Un día me asomé a su casa y ví que toda la casa estaba llena de libros. Había libros en el piso acomodados uno sobre otro, en la mesa, en las sillas, toda la casa estaba llena de libros, la mayoría ya se veían muy viejos.

Después ella me contó que la vecindad se quemó, el fuego según los vecinos, vino de la casa del señor de los libros. Entre los vecinos y los bomberos se apagó el incendio, pero el señor de los libros nunca apareció y los libros que quedaron se repartieron entre los vecinos.

¿Pero a qué viente todo esto?

Pues que cuando ella acabó de contarme esa anécdota, me entró una angustia. Pero de verdad que era una angustia muy honda, profunda, de esas en las que sientes que caes a un vacío y no hay nada que pueda detenerte. Mi angustia era: Y cuando muera ¿qué pasará con mis libros?

La mayoría de ellos representan momentos importantes de mi vida:

  1. Cuando los compré se encontraba a mi lado alguna persona excepcional.
  2. Me fueron recomendados por personas que aprecio.
  3. Entre sus páginas me sentí seguro, contento, nostálgico, etc
La primera idea que me vino a la mente, fue la de quemarlos meses antes de que me muriera. Esa idea es muy romántica, aparte que la contaminación global estará muy avanzada.

La idea más sensata fue la de regalarlos por partes a la gente que aprecio. Podría regalarlos también a personas de escasos recursos o a una escuela, también en esas ideas he estado pensando.

Es una lástima que no seamos inmortales, en estos aspectos de la vida me gustaría no morir nunca.