Buscar en Suena La Palabra

domingo, 30 de septiembre de 2012

El desafío de la novela Negra


La narrativa englobada bajo los rubros de novela negra, novela policiaca, novela criminal o thriller  es la heredera modema de la épica y la tragedia. De hecho, la novela negra ha sido definida como la épica de los bajos fondos, porque en la actualidad, el valor temerario ya no se muestra en las guerras (donde la tecnologia militar ha perfecdonado las técnicas de exterminio masivo, con mínimos riesgos para quien ordena matanzas a control remoto) sino en las balaceras de callejón. Como los modemos capos del narcotráfico, las familias nobles de la Edad Media se encumbraron por medio de la rapiña y el despojo. Los códigos de honor y la organizadón interna de las viejas órdenes de caballería tienen grandes similitudes con la estructura jerárquica y las reglas no escritas de los modernos imperios del hampa. No es obra de la casualidad que una organizadón criminal michocacana se autodenomine "Los caballeros templarios". Aunque sus miembros no salgan a combatir con yelmos y armaduras, tienen motivos de sobra para sentirse herederos de la orden militar que tuvo su bautizo de sangre en las Cruzadas y después se enfrentó a los reyes de Europa como una fuerza autónoma.

Con el tiempo, los linajes aristoaáticos van olvidando su origen sanguinario y depredador, pero en México y en Colombia nos ha tocado ver el surgimiento de nuevas aristocracias cuyas espadas todavía chorrean sangre. El boato de los capos del narcotráfico parece una caricatura del lujo que rodeaba a los señores feudales, pero cumple la misma función intimidatoria: exhibir ante el mundo el poder recien conquistado. A las nuevas aristocracias no les basta con ostentar su riqueza: también quieren difundir sus hazañas a los cuatro vientos. Para eso servían en la Edad Media los cantares de gesta, y ahora cumplen la misma función los corridos o los vallenatos que ensalzan a los jefes de la mafia. Pero si los novelistas de la actualidad queremos reflejar con acierto las patologías sociales de nuestros países, no podemos limitarnos a reflejar la imagen que los hampones encumbrados quieren proyectar hacia el exterior.

En México y en Colombia, la rebeldía nihilista de los ejércitos criminales es sin duda el gran tema de la novela negra contemporánea. Pero ttrsladar a la ficción esta tragedia social implica el riesgo de caer en dos extremos: la glorificación del hampa, que tiende a convertir a los criminales en héroes populares, o la condena moral de sus atrocidades en nombre del gobierno podrido que los combate selectivamente, para beneficiar a un cártel en perjuicio de otro. Como el escritor también es un inadaptado y siente simpatía por sus congéneres, la tentación de identificarnos con los bandidos alzados en armas es bastante fuerte, y me temo que algunos de mis colegas han sucumbido a ella. Pero defender o idealizar a quien impone un orden sanguinario en los territorios bajo su control significa olvidar que las manifestaciones extremas del anarquismo egoísta lindan con el fascismo.

A mi juicio, la novela negra que de verdad puede enriquecer la narrativa latinoamericana debería abrevar, por ejemplo, en la obra de Patricia Highsmith, la gran continuadora de Dostoyevsky en el siglo XX, que alcanzó altijras nunca antes logradas en el esmdio de la mente criminal Sin haberse propuesto seguir los pasos de la Highsmith, pero con un raro talento para bucear en los pantanos de la condenda, la colombiana Laura Restiepo es, a mi juicio, la novelista de habla española que ha observado con más agudeza el mundo del hampa y la que mejor ha retiratado a sus cabecillas. No es una escritora especializada en novela negra pero en su obra maestra, Leopardo al sol,  la Restrepo exploró con admirable sutileza la turbia, compleja y desgarrada intimidad de los criminales que se debaten entie el fatalismo suicida y la búsqueda de reconodmiento social La revuelta criminal mexicana ya igualó en barbarie a la colombiana, pero nuestra narrativa no ha producido una novela de ese calibre. Humanizar sin idealizar, hacer crítica sodal sin tintes panfletaríos, escudriñar lamente de los sicarios con una mezda de empatia y distanda crítica: he ahí algunos de los desafíos que tenemos por delante los escrítores contemporáneos de novela negra. Pero como estos desafíos exigen, además, rebasar los estirechos moldes genérícos, o más bien, vincular los géneros modemos de la üteratijra criminal con sus antecedentes más remotos, quien acometa esa tarea déte tener en daro que no pmeba sus armas en un género menor, sino en un terreno dificil donde sólo pueden triunfar las imaginaciones más poderosas.